Rosa Azmitia. Especialista educativa en FUNPRES

Redacto este artículo desde la empatía, admiración y respeto, hacia cada mujer y hombre que ha emprendido la aventura y noble labor de convertirse en madre o padre de una niña o niño con alguna discapacidad, en cualquiera de sus formas.

Al hablar de discapacidad, en pocas ocasiones  lo asociamos con aspectos relacionados a la conducta, trastornos del aprendizaje o déficit neurológico. Esto es porque hay discapacidades que pasan desapercibidas, y otras son más obvias.

Ocasionalmente la vida se mueve en dicotomías: mientras unos padres se frustran por una calificación en una libreta, otros anhelan encontrar una institución educativa que no solo integre, sino incluya a su hija o hijo como candidato para poder educarse y, sobre todo, aprender respetando su individualidad. Sí, estamos en el mismo océano de la vida, pero cada uno en distinta barca, arreglando a su manera sus propias velas, aprendiendo a cómo salir de sus propios naufragios para enseñar a otros a sobrevivir y ser resilientes.

En El Salvador, contamos con un amplio marco de referencia sobre los derechos a las niñas y niños con discapacidad. Pero de la teoría a la práctica, se esboza una brecha que difícilmente se logra atravesar. Comparto una breve cronología sobre las leyes y políticas que han intentado reducir barreras y ampliar oportunidades a este sector de la población tan vulnerable:

Hecho con Padlet

Todos estos esfuerzos Estatales son necesarios e importantes en materia de inclusión educativa, pero ¿quién los lleva a la vida?

Como una navegante primeriza, inicié mi labor docente en el 2012. Me sentía confiada con los muchos manuales que había recibido sobre cómo navegar. Pero, no es hasta que te enfrentas al océano de la educación que poner a prueba tus habilidades, expectativas, ideas frescas, deseos hacer de mi trabajo algo que trascendiera, sin saber que haría de la hermosa tormenta de la inclusión educativa una de mis mayores causas en esta trayectoria.

Traté de no ser alguien que se limitara a impartir un contenido, sino que me interesé genuinamente en mis estudiantes. Veía en ellos a la persona, antes que el currículo o el Plan de Estudio, el cual construía, como lo construyen otros docentes que se enfrentan con la misma realidad que me enfrenté yo, desde mi experiencia y conocimiento profesional.

Amaba tanto a mis estudiantes como lo que amaba dar clases. Desarrollé esa pedagogía del amor y la ternura, de la que habla Hugo Assman, desde mis primeros años como docente. Esto me llevó a no quedarme de brazos cruzados cuando venía a mí un estudiante con discapacidad, o cuando veía la frustración en aquella niña o niño deseoso de aprender, pero bloqueado por alguna razón.

También aprendí de las ocasiones en las que me equivoqué, para no repetir aquellos errores didácticos. Recuerdo que una estudiante con Asperger, se equivocó en un examen de matemática y yo le borré la respuesta; ella rompió la papeleta y tiró el lápiz al suelo y se agachó sobre la mesa. Esto me enseñó, desde el sentido de la docencia, que la humillación no es una opción, que la sorpresa repentina no va con la pedagogía de la ternura, debía entonces darles cabida y acogida a sus esfuerzos. Valorar, no enjuiciar lo que otro hace con lo que puede y las competencias que tiene. A los tres años de laborar en el colegio me delegaron la coordinación de inclusión.

No tenía muy claro lo que era, pero sí sabía que desde allí podría hacer algo más por mis estudiantes. Aprendí lo duro que puede ser para un padre enterarse que su hija o hijo tiene una condición que le impide avanzar en sus logros académicos, al ritmo de los demás. Me marcaron las miradas tristes, llenas de frustración, y negación, cuando tenía que sentarme en una reunión de padres para solicitarles una evaluación psicopedagógica para su hija o hijo. 

Estos años me enseñaron que impartir clases a estudiantes con necesidades educativas especiales o ser padres o madre, de una niña o niño con discapacidad es celebrar aquellas pequeñas victorias que otros dan por sentado. Desde entonces decidí que no quería ser la entrenadora para el equipo titular, sino que quería ganar con la banca y demostrar que, con los apoyos necesarios, cada niña y niño puede brillar por sí mismo, desde sus pequeños océanos que ahora también eran míos.

Entonces ¿qué de esas leyes y políticas esbozadas en la historia de la educación inclusiva del país? Siempre estuvieron allí, desde antes que yo llegara a la escuela, e incluso antes que yo naciera. Pero no basta con publicar incansables volúmenes de materiales impresos o digitales hasta que tú y yo tomamos acciones a favor de los más vulnerables.

Al salir del colegio en el 2017, me dediqué a impartir tutorías personalizadas a estudiantes con dificultades de aprendizaje o discapacidad. Para mí y desde mi fe, servirles a ellos y sus familias es lo más cercano a servir a Jesús. Ese sigue siendo mi apostolado pedagógico.

Emily Pearl Kingsley en su poema “Bienvenidos a Holanda” describe su experiencia al criar a un niño con una discapacidad. Compara esta experiencia como haber planeado un viaje a Italia, pero que algo pasa en las coordenadas del vuelo y termina aterrizando en Holanda. Y aunque Holanda es un lugar hermoso, y disfrutas de los tulipanes y de personas increíbles que nunca imaginaste conocer, como dice el poema, nunca se pasará ese sentimiento de escuchar a otros lo bien que lo están pasando en Italia. Es como estar uno aquí,  pero pensando en otra parte de la vida que imaginamos o soñamos.

El desafío es hacer de nuestro entorno un mejor lugar para aquellos que simplemente deben aprender a hacer las cosas de manera diferente. Qué tal si brindamos más oportunidades, si pensamos más en los otros y no solo en nosotros, si nos convertimos en erradicadores de barreras y no promotores de éstas.

Que Dios nos conceda llegar siempre a Italia, pero si por alguna razón hay cambio en las coordenadas del vuelo, que este mismo Dios de amor nos ayude a disfrutar de igual manera la experiencia que Holanda o cualquier lugar del mundo a donde nos toque llegar y la vida nos ofrece.

Referencias:
Turcios, V. Y., & Villatoro, E. N. (2011, agosto). Aportes de las aulas de nivelación en el aprendizaje de los/as alumnos/as de cuarto grado de educación básica de las escuelas públicas del distrito 13-02 del municipio de Jocoro departamento de Morazán año 2011. Universidad de el salvador facultad multidisciplinaria oriental departamento de ciencias y humanidades sección de educación. https://ri.ues.edu.sv/id/eprint/916/1/10137402.pdf

El Salvador | INCLUSIÓN | Education Profiles. (2021, 17 agosto). https://education-profiles.org/es/america-latina-y-el-caribe/el-salvador/%7Einclusion

“Bienvenidos a Holanda” – Mi experiencia con la educación inclusiva en El Salvador

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